Imaginen, aunque sea solo por un momento, ser un carterista de Buenos Aires. Haber sido arrebatadores del sueño de muchos y de las miserias de otros durante varios años. Ser un anónimo, un desconocido temido por la mayoría pero de rostro inidentificable.
Ahora imaginen que están en plena actividad. Agazapados bajo las sombras de la noche, escabulléndose entre las cientos de caras que deambulan y pernoctan en el pintoresco barrio de San Telmo, y de repente, la vulnerabilidad de la inocencia deja al descubierto a una potencial presa de nuestra codicia. Una señorita joven de apariencia foránea, acompañada de un grandote musculoso, se deja llevar por la magia de Buenos Aires y descuida unos instantes su preciado bolso de mano.
El resto es sencillo, es lo que has hecho una y mil veces refugiado en la impunidad. El crimen es un éxito.
Al encontrarte a solas con el preciado botín, te decepciona ver que solo se trata de algunos dólares para movilidad, varias tarjetas de crédito que desechas de inmediato, y un teléfono celular de última generación.
A primeras horas del día, luego de haber vendido el artefacto en alguna perdida casa de telefonía del barrio de Once, te tomas un merecido descanso. Mientras bebés una cerveza en un bar, lees en la tapa de uno de los diarios más sensacionalistas del país, que un desconocido le arrebató la cartera en San Telmo, a una de las hijas del hombre más poderoso, cuestionado y protegido del mundo, George Bush. A medida que avanzas en la lectura, vas sumando coincidencias con lo que hiciste hace solo unas horas, hasta concluir que no hay ninguna duda, que tu fechoría esta hoy en la tapa de la mayoría de los diarios del mundo, que con lo que haces en forma instintiva desde hace años, has burlado la seguridad presidencial estadounidense.
¿Qué se te cruza por la cabeza?, ¿Que sos un fenómeno?, ¿Que sin ningún tipo de ayuda logística ni preparación previa lograste lo que no pudo Bin Laden con sus aviones?, ¿Que le proporcionaste un susto de magnitud a alguien que parece ser intocable?
Sinceramente, al hacer este ejercicio de imaginación, no se me pasó por la cabeza nada de esto. Solo sentí una gran aflicción por mi estupidez. No es que tenga la autoestima baja, pero en serio, Pensar que por unos momentos tuve el celular de una de las hijas de Bush, y no haber sido capaz de buscar en el directorio la palabra “daddy”, “father”, o “killer” para decirle unas cuantas cositas a Jorge, me dieron ganas de golpearme a mi mismo.
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3 comentarios:
no vale la pena golpearse por semejante individuo...
estas seguro? se trata de que tenes el numero de ese sujeto despreciable para decirle desde buenas noches hasta cosas irreproducibles en un spanglish dificultoso
Me encantó el comentario del robo a las hijas de Bush !!!!, buenísimo.
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